Reanudando su serie de reuniones de degustación tras la exitosa edición de Feria de Vinos hace algunas semanas, el espacio especializado en llegar al público con vinos de diseño El Refugio del Vino realizó una degustación de vinos de la Bodega Araujo, bajo la consigna “Vinos con Historia”.
La organización estuvo a cargo de Mónica Doti y Jorge Pallares, titulares del Refugio, quienes aportaron un contexto amistoso a todo los largo de la reunión, que se prolongó más de lo previsto por el entusiasmo de los concurrentes en seguir conversando entre ellos y con los organizadores sobre el tema y el aporte de sus vivencias personales al respecto.
En el comienzo, la sommelier Marta Rondán describió la trayectoria de esta bodega ubicada en San Rafael, Mendoza, con varias generaciones de vitivinicultores y “terroir” que en su momento fue parte de la Bodega Arizu, aportando luego detallada información sobre el proceso de la cata de vinos y centrándose en que el vino es ‘materia viva’ y que beberlo es una percepción personal que se acrecienta con el conocimiento. Explicó la influencia de las diferentes etapas de elaboración, y las diferencias entre, por ejemplo, utilizar barricas ‘americanas’ o ‘francesas’. ‘No hay vinos malos’, comentó, ‘ hay vinos que son para una cierta persona y otros que no lo son’. La función del sommelier, definió, es ‘comunicar la experiencia’.
Los vinos presentados a los concurrentes fueron Cask Tempranillo, Mimi (blend de Malbec y Merlot), Nucha (Malbec orgánico), Graciano Blend (Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot), y Espumante Extra Brut (Chardonnay, Sauvignon Blanc, Chenin). Los nombres de persona refieren a las generaciones de la familia. También se tocaron los temas de la certificación de ‘orgánico’ –que posee el Nucha— y las denominaciones de origen, así como la experiencia de beber vino envasado en lata (el resultado puede depender de la calidad de los materiales con que ha sido fabricado ese envase) y el uso del vacío para proteger las cualidades de un vino cuya botella ha sido ya abierta, así como la temperatura recomendada para el mejor disfrute de cada variedad.
Los anfitriones del Refugio complementaron la degustación con comida adecuada para ‘maridar’ cada paso de la experiencia: canastita de verdura (con el tempranillo), bandeja con quesos, fiambres, panes, brusqueta de crudo y bocochino (con Mimi y Nucha); ragú de cordero servido en vasija de pan casero (con Graciano Blend) y profiteroles de crema y mousse de chocolate (con el espumante),además de la constante agua mineral necesaria entre cada degustación.
A medida que avanzó el proceso de degustación, los participantes --guiados por la experta-- fueron comentando la impresión que les iba produciendo cada vino y comparando la experiencia con las anteriores, de lo cual resultó una noción coherente acerca de las propiedades de cada cepa o blend, dentro de un rango individual de preferencias. Rondán comentó que, incluso dentro de la propia ceremonia, la sensación producida por volver a catar hacia el final de la ceremonia un vino probado al principio de la misma, podría ser diferente.
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